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LÍRICA TRADICIONAL Y VIDA COTIDIANA
«Nuestra más honda naturaleza se de- leita tanto en cánticos y canciones, que incluso los niños prendidos al seno de sus madres, cuando están inquietos, se duermen con ellos. Las niñeras que los mecen en brazos arriba y abajo, cantándoles canciones de cuna, logran hacerles cerrar los ojos. Hasta los que al mediodía conducen sus yuntas lo hacen cantando, templando las fatigas del camino con aquellas canciones. Y no solo los caminantes, sino también los campesinos pisando la uva en el lagar, vendimiando o cultivando sus vi- des, haciendo cualquier faena, cantan a menudo. Y otro tal hacen los marineros mientras le dan a los remos; y las mu- jeres que tejen o desenmarañan los hi- los de su rueca cantan frecuentemente, a veces por separado y a veces todas a una, formando una sola melodía.»
SAN JUAN CRISÓSTOMO, año 397. Citado por Peter Dronke, La lírica en la Edad Media.
3 La lírica tradicional
Existe en la Edad Media una lírica tradicional de transmisión oral y autor anónimo, así como una lírica culta que se fija por escrito y es de autor conocido. Coexisten en el tiempo y es difícil precisar el grado exacto de influencia mutua.
Las muestras conservadas de lírica tradicional nos han llegado en su mayoría insertas en composiciones posteriores de autores cultos que las recogieron y desarrollaron.
Se conoce como lírica tradicional el conjunto de poemas anónimos transmitidos oralmente de generación en generación y sentidos como propios por el pueblo. Son antiguos los testimonios de la existencia de este tipo de composiciones en Europa, incluso antes de la formación de las lenguas romances. Los concilios eclesiásticos aluden a ellas para prohi- birlas, cuando probablemente ya utilizaban el romance, pero no se pusie- ron por escrito hasta fecha muy tardía.
La lírica tradicional peninsular posee una serie de rasgos comunes, tam- bién presentes en la de otros países europeos, que la sitúan en una amplia tradición de sujeto lírico femenino. La caracterizan la temática amorosa, a menudo en forma de queja, la presencia de madre y hermanas como receptoras y ciertas fórmulas expresivas.
Si la noche se hace escura y tan corto es el camino, ¿cómo no venís, amigo?
Aquel pastorcico, madre, que no viene,
algo tiene en el campo que le duele.
El tema habitual de la queja suele ser la ausencia o tardanza del enamo- rado, el rechazo a un matrimonio no deseado o la resistencia a hacerse monja. El lamento de la malcasada o de la monja pesarosa refleja estos conflictos cuando ya son irreversibles. Otras composiciones muestran con alegría la relación amorosa.
Los elementos recurrentes son la época del año (primavera, San Juan); el momento del día (noche, alba); el lugar del encuentro (la fuente, el campo). Estos momentos y lugares, además de ser propicios para la cita amorosa, adquieren en ocasiones un valor simbólico asociado a la ferti- lidad. Parecido simbolismo poseen en estos textos las flores y los frutos.
Al ser una poesía breve, donde casi todo queda sugerido, son muchos los detalles que se cargan de significado, como los cabellos largos o la cami- sa blanca de la muchacha, que aluden a su virginidad. La protagonista de este tipo de composiciones es una mujer del pueblo, con frecuencia morena, no la rubia y blanca dama soñada e idealizada por los trovadores.
Además de la de temática amorosa, se hallan canciones relacionadas con diversos trabajos y situaciones: cantos de caza, de romería, de boda, de vela (guardia) y de recolección. Su vinculación con la música y la danza queda reflejada en los cancioneros del siglo xv.
El vasallaje es uno de los pilares del sistema feudal. El vasallo depende de su señor, al que jura fidelidad.
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