Page 13 - SECUENCIAS de Lengua castellana y literatura 4
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Gustavo Adolfo Bécquer
El Monte de las Ánimas
La noche de difuntos, Alonso, enamorado de su prima Beatriz y espoleado por esta, se arriesga a ir al Monte de las Ánimas para recuperar una banda azul que ella dice haber perdido.
Había pasado una hora, dos, tres; la media noche estaba a punto de sonar, y Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no vol- vía, cuando en menos de una hora pudiera haberlo hecho. —¡Ha- brá tenido miedo! —exclamó la joven cerrando su libro de ora- ciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la Iglesia consa- gra en el día de difuntos a los que ya no existen. Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se dur- mió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso. Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibra- ciones de la campana, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído a par de ellas pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana. —Será el viento —dijo; y poniéndose la mano sobre el corazón, procuró tranquilizarse. Pero su corazón latía cada vez con más violencia. Las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes, con un chirrido agudo prolonga- do y estridente. Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden, estas con un ruido sordo y grave, aquellas con un lamento largo y crispador. Después silencio, un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la media noche, con un murmullo monó- tono de agua distante; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que se arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fa- tigosas que casi se sienten, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota no obstante en la oscuridad. Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinillas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar: nada, silencio. Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas di- recciones; y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada, os- curidad, las sombras impenetrables. —¡Bah! —exclamó, volvien- do a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho—; ¿soy yo tan miedosa como esas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos?
Gustavo Adolfo Bécquer
(1836-1870) logró su fama poética con las composicio- nes reunidas en sus Rimas, con una poesía emocional y sencilla.
En los veintiocho relatos que conforman sus célebres Leyendas mezcló géneros y estrategias narrativas en historias populares repletas de misterio y de la fascina- ción por lo extraordinario. Con una prosa casi poé- tica, el autor sevillano dio rienda suelta a su lado más tenebroso para explorar un «Romanticismo oscuro» en el que la ambientación lúgubre y el gusto por lo sobrenatural se explayan en lugares bien cercanos.
goznes Bisagras, herrajes de las puertas y ventanas.
crispador Irritante.
conseja Cuento, fábula o patraña que se cuenta como
si hubiera sucedido en
tiempos lejanos.